Por Leila Alcalde
Crecí en una pequeña ciudad situada en el noroeste de España, donde la naturaleza está básicamente en todas partes. La ciudad está prácticamente rodeada por el Océano Atlántico y a escasos kilómetros puedes encontrar campos, montañas y bosques.
Cuando tenía alrededor de 10 años, recuerdo jugar con mis amigos en un bosque cercano a la casa de mi padre. Jugábamos a encontrar el "paraíso" pedaleando con nuestras bicicletas. Un día estando sola, decidí explorar el bosque por mi cuenta. Ese día encontré el paraíso. Esa imagen está todavía grabada en mi mente. La sensación de haberlo conseguido, los aromas, los colores, los sonidos, el sol ... ¡qué sensación! Estaba tan emocionada deseando contarles a mis amigos lo que había descubierto, así que les llevé en cuanto pude. ¿Qué era el paraíso para unos niños como nosotros? Un claro entre tanto árbol donde crece la hierba y las flores silvestres, en el que se escucha el agua de un pequeño arroyo corriendo por el campo. Ese bosque es parte de nuestras vidas. Crecimos allí jugando al escondite, cocinando hojas, descubriendo insectos, teniendo nuestro propio árbol de chicas (los chicos no dejaban usar el suyo que, además, era más grande), paseando, cosechando bayas durante el verano. Además, el océano Atlántico y la playa son parte de mi vida también. ¡Creo que he pasado más horas en el mar que algunos peces! Sin duda, todos buenos recuerdos.
Cuando llegó el momento de ir a la universidad quería estudiar algo relacionado con el medio ambiente por lo que estudié Ingeniería Técnica Agrícola en Hortofruticultura y Jardinería. Fue durante una de las clases de paisajismo, cuando el profesor habló sobre el diseño de un jardín para personas con discapacidad visual, en el que descubrí lo que quería ser en un futuro. Nunca había escuchado sobre la Terapia Hortícola hasta entonces. A nivel laboral trabajé en producción de planta ornamental además de otros proyectos relacionados. Siempre me he sentido afortunada de trabajar con y en la naturaleza, a pesar de las condiciones climáticas. Valorando estar al aire libre, escuchando los pájaros, oliendo los aromas de las flores, aprendiendo siempre nuevas lecciones... Pasó el tiempo y me mudé al Reino Unido donde finalmente pude cumplir mi sueño y especializarme en Horticultura Social y Terapéutica. En España hasta el momento no existen cursos oficiales o títulos universitarios en esta área.
Pasé un año inmersa en el mundo de la terapia hortícola, leyendo, estudiando, aprendiendo y escribiendo. Al mismo tiempo, comencé a trabajar como voluntaria en un proyecto orientado a adultos y jóvenes con discapacidad intelectual, discapacidad motora y/o enfermedad mental. También apoyé a un grupo de personas mayores en fase temprana-media de demencia y Alzheimer. Fue genial descubrir cómo las actividades que se diseñaron específicamente para ellos influían en su calidad de vida.
Una de las historias más bonitas que recuerdo de esa época es la de una mujer con Alzheimer, que participó en un programa de Terapia Hortícola de ocho semanas financiado por una organización benéfica local. El grupo acudía al jardín una vez por semana sobre unas 3 horas. Durante ese período de tiempo, cuidaron del jardín, lo contemplaron, disfrutaron de una taza de té y conversaron con sus compañeros. Esta mujer no estaba interesada en absoluto en las actividades del jardín, habitualmente se levantaba de las sesiones queriendo marcharse para casa, pero la alentamos a que disfrutase del jardín. Todavía recuerdo su reacción cuando vio la bandeja de lechugas que había sembrado dos semanas antes. ¡No se podía creer lo que veía! Fue muy emocionante. Cuando estábamos cerca de finalizar las sesiones, su familia llamó al Proyecto para preguntar si podía continuar asistiendo porque estaban dispuestos a pagar el coste, ya que podían ver cómo la jardinería había impulsado su bienestar. Solo asistiendo a una sesión por semana, se consiguió que socializase, pasase un tiempo al aire libre y reconectase con sus reminiscencias. Tras esos dos meses de estimulación cognitiva y contacto social su mente estaba activa nuevamente.
En 2017, empecé a trabajar como asistente de terapeuta ocupacional en una Unidad de rehabilitación de larga estancia con adultos (de 18 a 65 años) con enfermedad mental y discapacidad intelectual, donde había un jardín con tres bancales elevados y un invernadero. ¡El lugar ideal para una terapeuta hortícola! Debo confesar que me llevó un tiempo convencer a mis compañeros de trabajo (psiquiatra, psicólogo, enfermeros/as y auxiliares) de que no estaba entreteniendo a los pacientes. Era más que eso.
Los pacientes son derivados a este hospital para su futura inclusión social. La mayoría de ellos han estado en tratamiento por más de 5 años, algunos hasta 15, en diferentes unidades psiquiátricas. Otros vienen derivados de centros penitenciarios. Han pasado por muchos programas y terapias por lo que hay que trabajar mucho la motivación. Los objetivos de nuestro programa de terapia hortícola estaban centrados en trabajar habilidades y competencias como la independencia, la responsabilidad, la creatividad, proporcionar una rutina, las matemáticas, hacer presupuestos, etc. También me concentré en mejorar sus hábitos de vida promoviendo un estilo más saludable, realizando actividad física y accediendo a frutas y verduras frescas. Son parte de los beneficios que nos ofrece la actividad en el jardín y/o huerto. La mayoría de los pacientes con enfermedad mental tienen problemas de sobrepeso y obesidad, es un efecto secundario que provoca la medicación, una dieta pobre y la falta de actividad física.
El servicio de Terapia Ocupacional se sitúa en un edificio adyacente al jardín donde los pacientes venían a escuchar música o charlar un rato mientras tomaban un café. Era su momento de desconexión, lo curioso es que no identificaban el edificio como parte de la institución, a pesar de hacer allí las sesiones de cocina, gimnasia, manualidades, informática ... El jardín ayudaba mucho a esa desconexión, además estando al aire libre los pacientes eran capaces de abrirse y compartir sus sentimientos y pensamientos. Mejoraban sus habilidades sociales y se sentían menos aislados en comparación con su vida en el hospital. Algunos de ellos no estaban interesados en las actividades de jardinería, por lo que no participaban activamente en las sesiones, pero apreciaban y valoraban el arduo trabajo de sus compañeros. Juntos mejoramos toda el área del jardín, creando macizos de flores, produciendo hortalizas y frutas, atrayendo a las aves con comederos (también a las ardillas), todas estas acciones ayudaron a mejorar la biodiversidad del jardín ... ¡era un paraíso!
El hospital está ubicado en un pequeño pueblo y los vecinos no estaban nada contentos con su presencia. Tenían una idea muy negativa sobre el hospital y sus pacientes, por lo que parte de mi trabajo consistía en desarrollar estrategias para reducir ese estigma. Trabajamos en conjunto con el Ayuntamiento para cuidar y mantener los alrededores del hospital. Recuerdo perfectamente el día que nos encargamos de la primera plantación de flores en una de las rotondas y un vecino que pasaba por allí se puso a aplaudir y darnos las gracias. Se ofreció un puesto de trabajo a los pacientes, como parte del servicio de Terapia Ocupacional, para recoger la basura del entorno. También vendimos parte de nuestra producción (era todo ecológico) al hotel que se localizaba en el centro del pueblo. Todo el dinero que ganamos se invirtió de nuevo en el huerto. Otra de las acciones que realicé fue la de pedirle a mis compañeros que donaran herramientas, macetas o cualquier otra cosa que nos fuera útil para el jardín/huerto y que ya no utilizasen, para poder involucrarles y que se sintieran parte de nuestro trabajo en el jardín. Con las macetas donadas decoramos la entrada del hospital para que todos pudieran verlas. Todas estas acciones ayudaron a reducir la cantidad de quejas de los vecinos.
Puedo decir felizmente que todos los pacientes con los que he trabajado han dejado el hospital pidiendo vivir en un lugar con un jardín o con huerto para seguir cultivando. ¡Estos resultados te ayudan a poner en valor la labor que haces como terapeuta hortícola!
El propósito de este artículo es alentar a otras personas a ser terapeutas hortícolas y a usar las plantas, el huerto y la jardinería para mejorar el bienestar de las personas, porque nosotros/as podemos marcar la diferencia.
En España el interés en los Programas de Terapia Hortícola aún es incipiente. Por esa razón, en 2018 cofundé la Asociación Española de Terapia Hortícola con la esperanza de crear interés sobre sus enormes beneficios para los diferentes grupos de población. Para ello ofrecemos cursos cortos, participamos en conferencias y talleres, realizamos un estudio continuo de la situación en el país y ofrecemos asesoramiento y apoyo a los proyectos. El camino es largo, pero nos apasiona lo que hacemos.
Nuestro mantra es "crecemos al ritmo de la naturaleza"
Por: Leila Alcalde
2018_ Cofundadora de la Asociación Española de Horticultura y Jardinería Social y Terapéutica
2016_ Creé mi propia web donde comparto mi interés por la Terapia Hortícola www.vitaminaverde.es
2016_ Postgraduate Diploma in Social and Therapeutic Horticulture, Coventry, Reino Unido
2012_ Master en Prevención de Riesgos Laborales, La Rioja, UNIR, España
2005_ Diplomatura en Ingeniería Técnica en Hortofruticultura y Jardinería, Universidad de Santiago de Compostela, España.
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