HUERTO COMUNITARIO PARA JÓVENES CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL
Constanza Sabogal & Manuela Menéndez
Permítanme presentarles a Constanza Sabogal Lagomarsino, Terapeuta Hortícola, y Manuela Menéndez, Terapista Ocupacional y Terapeuta Hortícola de Buenos Aires, Argentina, quienes dirigen un maravilloso Huerto Comunitario para jóvenes con discapacidad intelectual y adultos mayores. Ambas fueron entrenadas en Horticultura Terapéutica por la Asociación Argentina de Horticultura Terapéutica. Aquí su recorrido a través de la horticultura terapéutica.
Daniela Silva-Rodriguez Bonazzi
En el 2015 que empezamos a ofrecer Terapia Hortícola a diferentes grupos poblacionales, entre ellos: adultos mayores y personas con discapacidad intelectual (algunos con discapacidad intelectual y motora), de 18 a 40 años de edad.
Actualmente administramos el Programa Municipal de Huertas Orgánicas del Municipio de San Isidro, donde hemos logrado desarrollar varias huertas municipales para la inclusión laboral de jóvenes con discapacidad intelectual.
SOBRE EL PROGRAMA
El programa tiene dos etapas: en la Etapa I los jóvenes reciben entrenamiento en técnicas de horticultura por 1 año, al final del cual reciben un certificado.
En la Etapa II asisten a la “Huerta Modelo de Puerto Libre”, una huerta comunitaria, para empezar su entrenamiento laboral.
El programa tiene varios objetivos y dinámicas, siendo la meta principal promover la independencia de los jóvenes a través de la adquisición de habilidades blandas y habilidades vocacionales, además de mejorar su calidad de vida.
Algunas de las tareas que realizan en las huertas son: producción de almácigos, mantenimiento de las plantas, compostaje, producción, cosecha y venta de hortalizas, recolección de semillas, y producción de conservas con las hortalizas cosechadas. Como parte del programa de sostenibilidad, las hortalizas cosechadas se venden frescas en bolsas o en cajas a la comunidad. El dinero recaudado
se reparte entre todos los “Huerteros”, de esta manera consiguen un ingreso económico mensual que les ayuda a construir su valía personal y auto-estima.
COLABORADORES
Nuestro programa ha incorporado “voluntarios”, grandes protagonistas del programa, conformado por vecinos y adultos mayores de la comunidad que ofrecen su tiempo manteniendo la huerta y apoyando a los participantes. A cambio, los voluntarios adquieren habilidades hortícolas.
El aporte y trabajo de los voluntarios en la huerta y codo a codo con los Huerteros es fundamental para sostener el programa, trabajo en equipo, intercambio de experiencias intergeneracionales, y fomentar el desarrollo pro-social entre los participantes. Todo esto se lleva a cabo en el huerto, rodeados de naturaleza, ofreciendo una experiencia única a los participantes.
EL ESPACIO
La huerta fue creada en un estacionamiento baldío con suelo de relleno y pedregoso.
El lote está situado al lado del Río de la Plata en la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires, con una buena cantidad de horas de sol directo. Las horas de luz no representaron un problema, sin embargo la calidad del suelo sí fue un problema desde el inicio. Por esta razón, se construyeron camas elevadas, que nos permitían preparar un sustrato adecuado para las hortalizas, además de permitir el acceso a personas con dificultad motora.
Año a año nuestras cosechas han mejorado, gracias al sustrato inicial y al aporte de nutrientes de nuestra compostera.
METAS DEL PROGRAMA
El enfoque principal está en fomentar el compromiso de los jóvenes Huerteros al programa, en áreas como: puntualidad, comunicar su ausencia, completar tarea asignada, mejorar el período de atención, resolución de problemas, mejorar habilidades de comunicación. Practicar estas tareas diariamente ha permitido a los participantes ganar independencia y responsabilidad para futuros trabajos.
Durante el descanso, compartimos entre todos nuestras vivencias, sensaciones y emociones. Ese momento súbitamente se convierte en la “actividad principal”, ya que tanto adultos mayores, como los voluntarios, participantes y terapeutas hortícolas nos unimos para compartir logros, alegrías o retos.
Es en ese momento que nos damos cuenta que el proyecto cumple con la meta de integración comunitaria, donde participan y conviven grupos diversos de personas, con edades y roles diferentes, pero que se nutren unos de otros, en contacto con la naturaleza como gran sostenedora.
Una verdadera biodiversidad no sólo ecológica sino humana.
LOS CICLOS DE VIDA DE LA NATURALEZA
Nuestra filosofía está basada en respetar los ciclos de vida de la naturaleza, respetando los ecosistemas y practicando una horticultura libre de pesticidas y fertilizantes químicos, 100% orgánica.
Enseñamos a los participantes a producir su propio abono a partir de los descartes orgánicos que aportan de sus casas y de un comedor ubicado cerca del huerto comunitario, incorporando los desechos al compost. Asimismo guardamos nuestras propias semillas año a año y realizamos purines con plantas nativas de la zona.
Los participantes asisten a la huerta durante todo el año, pudiendo disfrutarla en todas las estaciones, generando una conexión constante con los ritmos de la naturaleza. Las actividades que realizamos están relacionadas con la estación.
Aquí algunos ejemplos:
Otoño: ofrece un abanico de colores; juntamos hojas para los caminos y las composteras, plantamos hortalizas de invierno y trabajamos la tierra, mejorándola.
Invierno: es una época más tranquila, de contemplación y quietud, de mates y tés calentitos al sol y de trabajo en el invernadero. De cosecha de hojas frescas y raíces varias. De generación de abono para la temporada siguiente.
Primavera: todo se acelera, aparecen muchos colores y flores, polinizadores y pájaros. La actividad en la huerta es intensa, recibimos visitando a conocer la huerta y prestos a colaborar. Sembramos, preparamos almácigos, trasplantamos, y regamos. Cosechamos las habas y las arvejas del invierno que muchos esperan con ansias.
Verano: de agua y sombra. Picoteamos tomates mientras sudamos trabajando en las camas elevadas. Es una etapa de cosechas constantes y miedos por falta de agua, de recolección de semillas para las próximas temporadas. Preparamos bolsas de tomates repletos de sabor con albahaca, berenjenas, y pimientos morrones.
Y otoño otra vez. Con los recuerdos del año anterior, pero las expectativas del nuevo ciclo.
Poder trabajar en una huerta a lo largo de los años nos permite no sólo ver las distintas estaciones del año, sino ver cómo nosotros cambiamos con ellas.
La observación de lo que sucede día a día en la huerta y en la naturaleza, y el recorrido de cada participante en ella es uno de los ejes principales de esta experiencia.
VÍNCULOS COMUNITARIOS
El Programa también contempla el vincularse con la comunidad. Es decir además de la concurrencia de vecinos, también nos relacionamos con diferentes emprendimientos, restaurantes, viveros de plantas, colegios, otros programas municipales y asociaciones civiles. Esto se hace con la intención de armar una red, un “rizoma” donde todos estamos conectados.
Por ejemplo, algunos restaurantes se acercan a comprar la cosecha del día, productos frescos de temporada cultivados a pocos metros de su local. Los viveros municipales nos brindan plantas nativas para atraer más polinizadores y construir el cerco vivo de la huerta. Los colegios visitan la huerta, para conocer el espacio y ser guiados por los huerteros que muestran con orgullo su trabajo. Con entidades civiles y ONG acordamos algunos trabajos que pudieran ser realizados por nuestros jóvenes.
COSECHAS
No son sólo hortalizas lo único que cosechamos en la huerta. Cosechamos la transformación del espacio, auto-crecimiento y valía personal de los participantes, voluntarios y vecinos; así como vínculos nuevos entre los participantes y los adultos mayores que asisten al programa, pero también con toda la comunidad.
Muchas veces son los vecinos quienes nos recuerdan los cambios que ellos observan al pasar caminando por el cerco de la huerta y ver cómo el paisaje cambia constantemente, o los voluntarios que nos revelan cómo fue la primera vez que se acercaron, quizás por curiosidad pero que luego incorporaron el trabajo en la huerta a su vida cotidiana.
Y también son los mismos Huerteros quienes recuerdan sus propia trayectoria en la huerta: cómo adquirieron distintas habilidades, o cómo al inicio les molestaba tocar la tierra. Algunos participantes tenían miedo de los insectos y hoy saben distinguir entre insectos benéficos y dañinos; o cómo algunos se apuraban al principio en realizar la tarea asignada. En el camino, los participantes han aprendido a regar las semillas de la paciencia, responsabilidad, compromiso, cuidado, empatía y alegría!
La huerta sólo ha traído grandes satisfacciones para nosotras. La posibilidad de crear un espacio accesible e inclusivo que permite a este grupo de jóvenes con discapacidad intelectual adquirir independencia, habilidades blandas y habilidades vocacionales, producir sus propios alimentos, construir lazos personales, entre otros muchos beneficios, es inmensamente gratificante!
Constanza Sabogal Lagomarsino
Manuela Menéndez
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